Ex Convento del Señor del Tepozán
Con características especiales: como sus angostos pasillos, desniveles, pequeñas celdas y puertas ajustadas, sirvió tanto como recinto religioso consagrado a al Señor de Tepozán, santo patrono de los mineros, como claustro para los monjes de esta orden religiosa.
Así como un bonito grupo de retablos sobre el Vía Crucis, pintados por la máxima figura del barroco en la época del virreinato, Miguel Cabrera, dentro del museo se encuentra una sala dedicada a los africanos que fueron traídos con calidad de esclavos para trabajar en la explotación de las minas que había en esta región.
Es un edificio de varios pisos, en donde se castigaban la herejía, las desobediencias de la época y a los monjes franciscanos zacatecanos que eran merecedores de un escarmiento.
Se dice que en las catacumbas descansan los restos de más de 600 mineros y algunos religiosos de distintas órdenes que habitaron en su momento el convento.
Y es a ellos que la gente atribuye los sucesos extraños sucedidos en el edificio, que hoy funciona como museo, pues se asegura que las puertas se abren y se cierran, las luces se apagan, y se escuchan constantemente rezos.
Más impresionante aún son las figuras de los monjes franciscanos que se aparecen paseando por los estrechos pasillos, y se internan en las celdas en las cuales solían ser castigados, dejando que sus gritos de dolor se escuchen hasta el día de hoy.
Existe una leyenda sobre este templo que cuenta que en el templo los mineros presenciaron el suicidio de un monje que no pudiendo soportar más los castigos se colgó de la campana.
Este monje sigue pagando hoy en día por sus pecados, pues su fantasma se aparece cada noche, en el mismo lugar… colgado.