Castillo de Chapultepec – Museo Nacional de Historia
En la Ciudad de México se ubica el majestuoso Bosque de Chapultepec, un parque urbano coronado por el majestuoso Castillo de Chapultepec, un inmueble histórico de importancia nacional.
Unas buenas vacaciones en la capital del país deben incluir en los puntos a visitar a este castillo, habilitado como museo para recibir a miles visitantes día a día.
Castillo de Chapultepec – Museo Nacional de Arte
Al caminar entre sus paredes de altos techos nos encontraremos con las colecciones del antiguo Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía. Su giro como museo está vigente desde 1944, cuando se terminó de acondicionar como tal luego de que el Presidente Lázaro Cárdenas lo decretara. Previamente había sido la residencia oficial de quien fuese el máximo mandatario del país, desde finales del siglo XIX. El que más tiempo habitó el castillo fue el dictador Porfirio Díaz: luego de él el lugar fue breve hogar para los presidentes Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez.
Su nombre se debe a su entorno y a la lengua náhuatl: la palabra Chapultepec es un vocablo compuesto por dos partículas: chapul (de donde deriva chapulín) y tepe o tepetl (cuyo significado es cerro). A mediados del siglo XVIII el virrey Bernardo de Gálvez y Madrid ordenó construir este castillo en el «cerro del Chapulín», es decir, «Chapultepec».
El inmueble se pensó como la casa de verano de la realeza, aunque Bernardo no vio terminado el proyecto, pues murió un par de años antes de que se concluyera, ya en 1788. Los planos de la construcción fueron obra del ingeniero y teniente coronel Francisco Bambitelli. Se dice que el terreno en el que se edificó el castillo fue precisamente donde se ubicó la residencia de Moctezuma II.
Tras el inicio de la Guerra de Independencia mexicana, el castillo sufrió el abandono y deterioro: incluso el geógrafo y humanista Alexander von Humboldt señaló el mal uso que se le daba a los componentes del castillo, que estaba siendo desmantelado en sus elementos decorativos para venderlos en favor de la corona española. Esto fue antes de que el gobierno local de la Ciudad de México se hiciera cargo del inmueble.
Ya con los lazos cortados hacia España, en el inmueble se instauró el célebre Colegio Militar. Fue durante esta etapa cuando (durante la guerra contra la invasión de Estados Unidos) se dio uno de los sucesos polémicos cuya veracidad aún se discute, en referencia a los llamados Niños Héroes.
El mito reza que Juan Escutia, miembro del colegio militar que defendía la fortaleza, se envolvió con la bandera mexicana para arrojarse al vacío desde lo alto del castillo, para que la bandera no cayera en manos de los invasores estadounidenses. El ejército de Estados Unidos bombardeó el lugar en septiembre de 1847.
Pasado el tiempo, ya en los años sesenta del siglo XIX, México vivió de nuevo la invasión extranjera, en el periodo catalogado como la intervención francesa. Con el pretexto de falta de pago de la deuda externa que México tenía, Inglaterra, España y Francia determinaron la invasión, que culminaría con la declaración del Segundo Imperio mexicano. El ofrecimiento para encabezar el gobierno monárquico se le hizo a Maximiliano de Habsburgo, que llegó junto con su esposa Carlota para asumirse como emperadores: hicieron del Castillo de Chapultepec su residencia oficial.
El legado
Este pasaje en la historia de México quedó retratado a manera novelada en el famoso libro de Fernando del Paso, Noticias del imperio (1987), voluminoso texto que explora la vida de Maximiliano, Carlota y Benito Juárez. Esta novela histórica es el libro más celebrado del autor mexicano: para concretar la escritura de la misma tardó más de diez años, lapso en el que realizó diversas investigaciones para ficcionar la historia con veracidad.
Durante su breve estancia en México (y que culminó con su fusilamiento en el Cerro de las Campanas), Maximiliano modificó el castillo, contratando a arquitectos mexicanos y europeos para que hicieran las adecuaciones. Igualmente, amuebló muchas de las salas, incluso con arte: su legado todavía está presente en el lugar.
El segundo imperio mexicano cayó en 1867, y con él el propio Castillo de Chapultepec regresó al letargo del abandono. Tuvo que pasar un decenio para que recobrara su papel en el Estado mexicano: primero como observatorio astronómico durante un breve lapso, y posteriormente de nuevo como la casa mayor del presidente del país, hasta que Lázaro Cárdenas decidió convertirlo en museo.
En la actualidad, el Castillo de Chapultepec es la sede del Museo Nacional de Historia, que cuenta con seis colecciones permanentes, catalogadas según su formato y características: pintura, numismática, documentos, tecnología, indumentaria y mobiliario. Además de las exposiciones habituales, el museo recibe muestras temporales, sumando un total de quince amplias salas.
Pero el clavado en la historia no queda ahí, pues también hay acervos valiosos: en el recinto hay una biblioteca histórica, complementada con una moderna videoteca y una fototeca.
El Castillo de Chapultepec es también el hogar de varios representantes del gran arte mexicano del siglo XX, pues en sus paredes hay murales que registran sucesos de la historia. Uno de los más recientes data de 1970, titulado Sacrificio de los Niños Héroes, del pintor Gabriel Flores.
José Clemente Orozco expuso el tema de la Reforma y el imperio en una obra de 1948. Pocos años después David Alfaro Siqueiros hizo lo propio con la temática de la era porfiriana y la llegada de la revolución. Antonio González Orozco, Jorge González Camarena, Santiago Rebul y Juan O’Gorman en dos ocasiones son el resto de pintores que engalanan el aspecto del castillo más emblemático y único en su tipo en el Continente.